En el campo de la
espiritualidad hay fenómenos que se manifiestan cíclicamente, como si nos
recordaran que la llama de nuestro espíritu inmortal está allí, esperando que
alguien la despierte de su letargo. Fueron muchas las almas que se sacudieron
cuando, en 1911, apareció la primera edición en inglés de A los pies del Maestro, firmada bajo el seudónimo de Alcyone, detrás del cual se perfilaba
uno de los grandes filósofos del siglo XX: Jiddu Krishnamurty (1895-1986).
No
tardaría en aparecer la versión española de Editorial Kier, que se convirtió en
la herramienta más eficaz para difundir esta obra en Hispanoamérica, que hoy
sigue siendo un clásico de la literatura oriental, particularmente de las
corrientes teosóficas.
Como ocurre con los
grandes legados del orientalismo, se trata de una obra pequeña en
tamaño y enorme en su impacto sobre la mente y el corazón. De algún modo
conforma una trilogía que la une espiritualmente a otras dos obras maravillosas
que ya hemos comentado. Nos referimos a Luz
en el Sendero, de Mabel Collins y a La
voz del Silencio, de Helena P. Blavatsky. Quien se ha asomado alguna vez al
fascinante mundo de la filosofía oriental no ha podido permanecer ajeno al
mensaje de estas tres obras, editadas en nuestra colección Joyas Espirituales.
A los pies del Maestro, publicada cuando Krishnamurty tenía
apenas dieciséis años, lleva en su introducción la marca de una época en la que
los Maestros de Oriente irrumpieron en un mundo que avanzaba rápidamente hacia
el materialismo y en el que era necesario buscar aquellos dispuestos a no dejar
morir la llama. De allí que el libro comience con una dedicatoria a “los que llaman”,
recordándonos de algún modo el antiguo axioma que dice que a aquél que llama se le abrirá. Pero
también comienza con un ruego:
¡Conducidme desde lo ilusorio a lo
Real. Conducidme de las tinieblas a la Luz. Conducidme de la muerte a la
Inmortalidad!
De este modo simple, el
joven Krishnamurty, convertido en vehículo de su Maestro, plateaba tres grandes
dilemas del alma humana, y ponía un marco al que sería su búsqueda permanente.
¿Qué es lo Real? ¿Cómo discernir lo real de lo ilusorio? ¿Cómo apartarnos de las
tinieblas y alcanzar la Luz? ¿Cómo comprender la fragilidad de la vida pero, a
su vez, descubrir nuestro ser inmortal, nuestra esencia divina? Este triple
desafío está contenido en el puñado de hojas que nos regala el autor de A los pies del Maestro.
Otra de las
características que colocan a la obra en la cumbre de la literatura teosófica
es la generosidad de la propuesta. El autor sabe que coloca al lector ante el
mayor desafío de su vida: Buscar lo Real, la Luz y la Inmortalidad. Inmediatamente
le propone una guía segura, precisa, plena de amor, pero también de rigor.
Krishnamurty advierte que no basta escuchar al Maestro, sino que debe practicarse
lo que él aconseja. Dice que debemos prestar atención a cada palabra, a cada insinuación.
Como depositario de una
tradición que debe transmitir, propone cuatro premisas sobre las que habrá que
meditar, escuchar y luego guardar en el corazón: Discernimiento,
Carencia de Deseos, Buena Conducta y Amor.
Estas cuatro cualidades
atraviesan toda la cultura de Oriente y están en la base del hinduismo en el
que nace Krishnamurty, en el seno de una familia de brahamines, pero también
se encuentran en el budismo. El problema del discernimiento es un aspecto fundamental de la cultura de Oriente,
y es por allí donde Krishnamurty nos hace entrar en el laberinto de nosotros
mismos, planteándonos la cuestión fundamental del deseo,
que nos impide vivir la plenitud de la libertad espiritual; hablándonos de la conducta y del amor en armonía con el mensaje
de todos los grandes Maestros de la Humanidad.
Muchos se han preguntado a qué Maestro hace
referencia Krishnamurty. Definitivamente no lo sabemos, pero tampoco resulta
relevante. Sin embargo, es evidente que en el texto se perciben los temas
esenciales de su vida, y de su propia búsqueda que se prolongó hasta su muerte,
ocurrida en 1986, cuando su mensaje ya había llegado a todo el mundo.
Como una llave maestra
que abre la puerta a un horizonte luminoso, este libro nos conduce a la
plenitud del amor, entendido como la búsqueda del sentido de la experiencia
humana. Es un libro que susurra, que parece hablar a alguien que espera adentro
nuestro. Por esa razón, y por muchas otras que el lector encontrará en sus
páginas, se torna imprescindible, como una mano amiga a la que siempre
encontramos, dispuesta a conducirnos de las tinieblas a la Luz.